Repatriación de datos para empresas: ¿Qué es?
marzo 18, 2024
Uy uy uy, que nos estamos viniendo abajo. Y esto, es literal. ¿Recuerdas cuando hace unos años todo el mundo hablaba de las virtudes de los servidores Cloud? Que todos corrimos como alma que lleva el diablo a poner nuestro adorable servicio en un Kubernet o en la nubecita de gugel… Todos felices y contentos porque ya no sería necesario un administrador de sistemas. “Pa que!?” Si con YouTube puedo aprender a hacerlo todo online! Seguro que hay un tutorial para eso.
Pues henos aquí, unos cuantos años después, viendo como el sistema empresarial global, vuelve a casa, como el Almendro en Navidad. Repatriación de datos, lo llaman, y tu, que tienes tus cositas en un drive de Google, crees que ni te va ni te viene, porque ya tienes esa interfaz bonita y accesible. Bueno, pues, es lunes y toca hacerte despertar con un poquito de realidad aumentada e interesante.
Así que ponte un café, tus gafitas de leer, y… arrancamos.
Antecedentes
Como siempre, empecemos por el principio que empezar por el desenlace es algo que le dejamos al cine.
El Amanecer de la Nube
No hace falta irse muy atrás en el tiempo (o puede que si, todo depende de como lo veas): Corre el año 2006 y Amazon, el que naciera como una librería on-line, hace años que ya no es “sólo” una librería y saca, de la manga (o de una colección de ceros y unos), su servicio Amazon Web Services (AWS). Lo tenía todo, barato, escalable, la confiabilidad de la marca… en 2008 Google saca su Google App Engine (PaaS) y en 2010 Microsoft lanza Azure.
Pues nada, ya estamos todos, es 2010 y el término “nube” ha dejado de asociarse exclusivamente con el clima para adentrarse en el universo del almacenamiento digital.
Fue un cambio radical: de repente, las empresas y los particulares podían almacenar, acceder y gestionar sus datos en servidores ubicados en algún lugar remoto del mundo, sin la necesidad de tener una infraestructura física propia. La promesa era tentadora: escalabilidad, flexibilidad y, sobre todo, una reducción significativa en los costes de gestión y mantenimiento de los datos.
La Carrera Hacia la Nube
Como si de una fiebre del oro se tratara, empresas de todos los tamaños y sectores comenzaron una migración masiva hacia la nube. Los gigantes tecnológicos, conscientes de esta tendencia, expandieron sus infraestructuras y servicios, ofreciendo soluciones cada vez más sofisticadas y accesibles. Nuestros principales protagonistas (AWS, PaaS y Azure) se convirtieron en los nuevos terrenos de juego donde se almacenaban desde simples documentos hasta complejas bases de datos empresariales. “¿Para qué complicarse con servidores físicos?”, pensábamos todos, “si la nube lo resuelve todo”.
El Despertar: ¿Todo Lo Que Sube, Baja?
Pero como en todo cuento de hadas, llegó un momento de reflexión. Algunas voces empezaron a cuestionar: ¿Y si esos datos, almacenados en jurisdicciones con leyes de protección de datos diferentes (o inexistentes), no estuvieran tan seguros como pensábamos? ¿Qué pasa si la empresa que gestiona nuestros datos en la nube sufre un ataque cibernético? La seguridad de la información y la soberanía de los datos empezaron a cobrar una importancia crítica, especialmente para las organizaciones que manejan información sensible.
Sé que está feo señalar, pero Edward Snowden (2013) fue un gran precursor de dudas, porqué empezó a hablarnos sobre la vigilancia masiva por parte de agencias gubernamentales, y esto, nos hizo volvernos un pelín paranoicos sobre la privacidad y la seguridad de los datos almacenados en la nube, especialmente aquellos bajo jurisdicción estadounidense.
A ver, seamos sinceros, siempre hacemos bromas con “El otro día estaba hablando con mi prima sobre ir al caribe y ahora sólo me salen anuncios del Caribe”. Ejem… Entre broma y broma…
Al final, a todos nos impone cierto respeto que hurguen en nuestra vida privada (aunque nuestra vida privada sea ver videos de crochet…), y, aunque tenemos cierta tolerancia a la aceptación de qué esto suceda… podemos ignorarlo hasta cierto punto.
La realidad, es que, siendo sinceros, la vulnerabilidad de los datos que están alojados un sitio que no es nuestro… es como vivir de alquiler. Si, te amparan ciertas protecciones, pero… si el dueño mañana quiere venderlo, lo vende. Si quiere no renovarte, no te renueva. Y si quiere echarte para poner un AirBnb… tiene formas de echarte. A lo que voy, es que estás permanentemente en un estado de semi-indefensión. En el que dependes de otros todo el rato.
A esto, súmale que en 2016 la Unión Europea adopta el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR, por sus siglas en inglés), que entra en vigor en mayo de 2018. Esta legislación marca un antes y un después en la forma en que las empresas deben tratar los datos de los ciudadanos de la UE, haciéndonos pensar un poquito sobre dónde y cómo se almacenan y procesan estos datos.
Vuelve a casa, vuelve…
Aquí es donde entra en juego nuestro número principal, el eje de nuestra historia, el culmen: la repatriación de datos. Ante la creciente preocupación por la seguridad, la privacidad y el cumplimiento legal, muchas empresas comenzaron a replantearse la idea del almacenamiento en la nube. Se dieron cuenta de que, en algunos casos, mantener los datos más cerca, en servidores propios o en centros de datos nacionales, ofrecía no solo un mayor control sobre la información sino también una respuesta a las exigentes normativas de protección de datos que empezaban a surgir alrededor del mundo.
Este giro hacia la repatriación de datos marca un punto de inflexión en nuestra relación con la tecnología y el almacenamiento digital. Lo que empezó como una carrera desenfrenada hacia la nube, ahora se equilibra con un movimiento consciente hacia la protección y el control de nuestros datos.
En 2018, cuando el GPDR ya es un hecho y se endurece la normativa sobre la protección de datos a nivel mundial, y el como se gestiona la transmisión internacional de datos (ojo, esto para ti, que eres empresa mundana… lo mismo, si eres la NSA, esto ni te va ni te viene, ¡Lárgate de esta página!). Ya estaba meridianamente claro que teníamos que pensarlo dos veces…
Pero…, en 2020 llegó “La Pandemia”, la película de terror que nos tuvo a todos, en todo el mundo, hacinados en casa. Obligados a convivir con nuestras familias 24h al día 7 días a la semana. Y ahí, cuando todos empezamos a teletrabajar de forma más o menos organizada, hubo que ponerse al día en transformación digital, y… bueno, hicimos lo que pudimos con lo poco que sabíamos.
Y ahora estamos aquí, en 2024, recogiendo los restos del Tsunami que cada ola de innovación nos deja cuando cae sobre nosotros. Y en este momento, ya sin pandemia de por medio, y con más información que ayer (pero menos que mañana), la empresas han entendido que es mejor un entorno controlable que un espacio de “vete tu a saber”…
Economía
La Dulce Ilusión de Ahorrar Costes
Al principio, lo de subir todo a la nube era como encontrar billetes de 50 en la chaqueta del invierno pasado: una auténtica ganga. Amazon, Google, Microsoft… nos prometían el oro y el moro con sus servicios de almacenamiento y computación. “Barato, escalable, fiable”, decían, y todos nos lanzamos a la piscina como si no hubiera un mañana. Era el sueño de cualquier empresario: reducir costes operativos y de infraestructura a la mínima expresión. Pero, como bien sabes, todo lo que reluce no es oro.
La Carrera Hacia la Nube: No Todo Son Risas
Y así, en nuestra carrera desesperada por cortar gastos, empezamos a subirlo todo, desde fotos de la última cena de empresa hasta archivos tan sensibles que ni te cuento. Pero, ¿qué pasa cuando te das cuenta de que almacenar datos en la nube no siempre sale a cuenta? Los costes ocultos empezaron a salir de debajo de las piedras, y, de repente, la factura de la nube empezó a parecerse más a un extracto bancario después de unas vacaciones en Las Vegas.
La Factura que Crece y Crece
Pero, ¿Qué me dices?, ¿Qué lo que nos contaban tenía letra pequeña? ¿Quién lo iba a decir?…. Al principio, los céntimos parecían inofensivos, casi como el goteo de un grifo que no cierras bien. Sin embargo, ese goteo se convirtió en un río de costes por transferencias de datos, operaciones de lectura/escritura y servicios “extras” que parecían multiplicarse como gremlins en la noche. De repente, la factura de la nube era un monstruo que devoraba presupuestos, y nosotros, sin barca ni remos, atrapados en su corriente.
Servidor en Casa: La Economía del “Do It Yourself”
Ahí es cuando la realidad nos golpea: si ya estás pagando por internet en tu oficina (o en tu casa), ¿por qué no tener tu propio servidor? La idea de montar un servidor en casa o en la oficina empieza a sonar no solo factible, sino económicamente sensata. Sí, hay un coste inicial, pero una vez superado, el mantenimiento es una brisa comparado con el huracán de gastos en la nube. “¿Y la escalabilidad?”, preguntas. Bueno, a menos que estés planeando ser el próximo Facebook, probablemente tendrás espacio de sobra para crecer.
La Repatriación de Datos: Un Retorno Económico a los Orígenes
Así nos encontramos repensando el viaje: de la euforia del almacenamiento en la nube a la nostalgia por el control y la previsibilidad económica. La repatriación de datos se convierte en la heroína de nuestra historia, ofreciendo un refugio seguro (y más barato) frente a la tempestad financiera de la nube. No se trata solo de seguridad o privacidad; es una cuestión de sentido común financiero. Mantener los datos más cerca de casa, en nuestros propios servidores, emerge como una solución lógica frente a la incertidumbre económica de alquilar espacio en la nube ajena.
La Pandemia: Acelerador de Decisiones
El año 2020, con su confinamiento y su teletrabajo obligatorio, fue el catalizador que nos faltaba. La transformación digital, hecha a la carrera, nos mostró que, en tiempos de crisis, el control sobre nuestros recursos digitales es vital. La repatriación de datos dejó de ser una opción para convertirse en una necesidad, impulsando a muchas empresas a reconsiderar y a recalcular sus estrategias de almacenamiento de datos desde una perspectiva económica más sólida y predecible.
Mirada al Futuro: Calculando el Coste de Nuestra Libertad Digital
Avanzamos hacia el 2024 con las lecciones aprendidas bajo el brazo y una visión más clara del valor económico de la independencia digital. La repatriación de datos ya no es solo un movimiento reactivo, sino una estrategia proactiva para asegurar la sostenibilidad financiera en un mundo digitalmente voraz. Estamos redescubriendo el arte perdido de “hacerlo uno mismo” en la era digital, y resulta que, además de ser más seguro y privado, es económicamente más inteligente.
Seguridad
La Nube: Un Castillo en el Aire
El salto a la nube nos prometía un futuro digital dorado, con nuestros datos flotando seguros en un espacio etéreo, lejos de los problemas terrenales. “Seguro y blindado”, nos aseguraban. Pero, ¿cuánto de esto era más que un espejismo? La realidad es que, aunque la nube ofrece muchas capas de seguridad, también abre nuevos frentes de vulnerabilidad. Es como dejar la puerta de tu casa abierta, confiando en que el vecindario es seguro porque, bueno, hasta ahora todo ha ido bien.
El Coste de la Comodidad
Nos lanzamos de cabeza a esta comodidad digital, subiendo desde recetas de cocina hasta datos empresariales críticos, sin pararnos a pensar en las consecuencias. Pero, como en la vida, la comodidad tiene su precio, y en el mundo digital, este se traduce en riesgo y exposición. A medida que nuestros datos viajan y se almacenan en servidores ajenos, perdemos parte del control sobre quién y cómo se accede a ellos. Y aunque las grandes compañías de la nube invierten fortunas en seguridad, ningún sistema es inexpugnable.
Un Despertar no tan Dulce
La realidad nos golpeó, y fuerte, con casos de violaciones de seguridad que hicieron temblar los cimientos de nuestra confianza digital. No solo hablamos de ciberataques a empresas; sino de la revelación de que, en esta fiesta de datos, hay invitados que no recuerdas haber incluido en la lista. El caso de Edward Snowden fue un claro despertar: nuestros datos no solo están expuestos a hackers malintencionados, sino también al escrutinio de ojos que, supuestamente, deberían protegernos.
Repatriación de Datos: Cerrando la Puerta
Ante este panorama, la repatriación de datos se convierte no solo en una opción, sino en una necesidad para quienes buscan blindar su información. Traer los datos de vuelta a casa, a servidores propios o nacionales, es como instalar una alarma de última generación en tu domicilio: sabes que no es impenetrable, pero duermes mejor sabiendo que has hecho todo lo posible por proteger lo tuyo.
La Seguridad en Casa: No es el Fin del Camino, Pero Ayuda
Construir nuestra propia fortaleza digital con los datos más cerca tiene sus ventajas. Controlas quién entra y quién sale, gestionas las actualizaciones de seguridad según tus propios términos y reduces la superficie de ataque. No es una solución mágica, pero en el juego del gato y el ratón que es la ciberseguridad, prefieres ser el gato con la mejor vista.
¿Y cómo lo hago?
Estado y tendencia
La Reflexión
conclusiones
Nos encontramos ante una encrucijada que dice mucho sobre nosotros, sobre cómo evolucionamos con la tecnología y cómo, en el fondo, buscamos mantener un lazo de control y pertenencia sobre aquello que producimos: nuestros datos.
Lo primero que hemos aprendido es que la tecnología, por avanzada que sea, siempre debe estar al servicio de nuestras necesidades y valores más fundamentales, y no al revés. La repatriación de datos no es simplemente un acto técnico; es una declaración de principios. Nos dice que, en un mundo cada vez más virtual y disperso, el deseo de mantener ciertas cosas cerca, de saber dónde y cómo se almacenan nuestros datos, refleja una necesidad intrínsecamente humana de control y seguridad.
Además, este proceso nos ha enseñado que el equilibrio es posible y deseable. La solución no radica en rechazar las nuevas tecnologías en favor de métodos tradicionales, ni en abrazar ciegamente cada innovación sin considerar sus implicaciones. Más bien, se trata de encontrar un punto medio que respete nuestra privacidad y autonomía, mientras nos permite aprovechar los beneficios de la nube. La nube híbrida emerge, entonces, no solo como una solución técnica, sino como un reflejo de nuestra capacidad para adaptar la tecnología a nuestros términos, manteniendo un pie en el mundo digital expansivo y otro en el terreno firme de nuestra soberanía de datos.
Hemos aprendido sobre la importancia de la responsabilidad. En el acto de repatriar nuestros datos, nos encontramos asumiendo una mayor responsabilidad no solo sobre la gestión técnica de esos datos, sino también sobre su impacto ético y social. Nos recuerda que, detrás de cada archivo, hay información personal, ideas, creaciones y, en última instancia, vidas enteras. Cómo elegimos almacenar y proteger esa información dice mucho sobre el tipo de sociedad digital que queremos ser.
La repatriación de datos nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la tecnología, sobre nuestros derechos y responsabilidades como creadores y consumidores de datos. Nos alienta a ser más conscientes, críticos y, sobre todo, más humanos en nuestras decisiones tecnológicas. En este punto de nuestra evolución digital, quizás la lección más valiosa sea que, mientras seguimos explorando nuevas fronteras en el vasto universo de la información, nunca debemos perder de vista lo que nos hace fundamentalmente humanos: nuestro deseo de comprender, controlar y conectar significativamente con el mundo que nos rodea.
¡Nos vemos!
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